jueves, 8 de octubre de 2009
Todavía es Bueno Vivir
miércoles, 1 de julio de 2009
Mariana y El Dragón
martes, 26 de mayo de 2009
El Cíclope de La Roma
Ita contuvo la respiración. Llegaría hasta su habitación. En el momento en que alzó el pie, la sujetaron por el tobillo, haciéndola caer. Ita gritó y comenzó a lanzar patadas con la pierna que tenía libre. Uno de los golpes se impactó en una superficie blanda, que ella imaginó, sería la cara de su agresor. Un cuerpo rodó escaleras abajo.
Ita se arrastró hasta su cuarto, desesperada, invadida por el pánico. Cuando entró, se puso de pie y encendió la luz. Atrancó la puerta con una silla. Después, se acercó a la cama para sentarse y se examinó el tobillo. Lo tenía amoratado, pero respiró aliviada al descubrir que no había sangre.
Cojeando, se dirigió al mueble donde estaba el teléfono. No se escuchaba ese incesante todo de La que regularmente la molestaba, y que hoy, la hubiera aliviado. Maldijo a Salvador, estaría jugando cartas de lo mas tranquilo.
- Hay princesa... - le dijo al marcharse- son sólo inventos de los vecinos, no vas a creer esos...
-¡Cuentos, maldito! ¡Cueeeeentoos!- gritó Ita, enfurecida y asustada al mismo tiempo. Trató de contener el llanto y se puso a gimotear como una niña regañada.
La puerta del closet comenzó a agitarse, como si fuera golpeada desde el interior. Al fin, ésta cayó al suelo y encima, un hombre. Era un sujeto muy bajito, bastante gordo y con abundante bigote. Sus anteojos cayeron un poco mas adelante que él.
Ita se dirigió hacia la puerta y olvidándose del dolor en su tobillo, corrió hacia la entrada de la habitación. Intentó quitar la silla con que había atorado la puerta.
- ¡Quitáte de ahí, pendéja!- le ordenó el hombre, en cuatro patas, aún en la alfombra.
La hoja de un machete atravesó la puerta en el momento en que Ita se agachó, de no haberlo hecho, se habría clavado en su garganta.
- Rápido, vení para acá- le reclamó de nuevo el hombrecillo, al mismo tiempo que se apoyaba en sus rodillas para ponerse en pie.
El machete desapareció del otro lado de la puerta.
Ita se acercó lentamente al extraño personaje, que se inclinó para recoger sus lentes.
El machete comenzó a ser clavado con desesperación en la puerta, rajándola.
-¡Puta, hombre! ¡Andá a buscar otra mierda, imbécil! reclamó nuevamente el hombre. Luego examinó de pies a cabeza a la muchacha ya con sus lentes sobre la nariz.
-¿Quién es usted?- preguntó ella, secándose las lágrimas, perpleja.
El otro se adelantó, sacudió su diestra en el pantalón y se la ofreció:
- Pascual Mosqueda, Ita, para servirte.
Ela se quedó aun mas impresionada. El sujeto le apretaba la mano con una enorme sonrisa en el rostro.
-¿Me conoce...?
El hombrecillo comenzó a caminar alrededor de ella, sin despegarle los ojos de las piernas. Incluso se levantó los lentes para enfocar mejor.
-¿Que si te conozco?...- y se echó a reír.
Ambos se sobresaltaron por el sonido de un motor que se encendía, la hoja de una sierra eléctrica empezó a destruir la ya débil puerta.
-¡puta, es rápido el cabrón! ¡pero ni mierda! ¡que se te chingue esa mierda!
El motor se apagó al instante, muerto La sierra desapareció por donde había entrado.
Ita no pudo evitar sentirse segura, Pascual estaba muy enojado, pero no daba muestras de pánico.
- Eso nos dará unos minutos, en lo que el hijo de puta encuentra algo mas con que seguir chingando- dijo Pascual
-¡Mierda, en la otra habitación, Salvador, mi esposo, guarda una escopeta! grito Ita, pálida.
Pascual Mosqueda sacó una cajetilla de cigarros de su bolsillo. Se puso uno en la boca:
- No te ahueves, no va a ir por ella- expresó, y después encendió el cigarro.
-¿Cómo lo sabe?
- Porque no te va a matar de un tiro, sería sencillo y no te haría sufrir, A él le gusta cortar carne, disfruta el sonido de los miembros cuando se parten - Pascual hablaba con una frialdad que hacía pensar a Ita que él también disfrutaba la idea- además, primero querrá violarte salvajemente. La muchacha sintió que se desmayaba. El hombre la sujetó por los hombros:
-No me vengas con mamadas, Ita.- le dijo apretando el cigarro entre los dientes, y la ayudó a sentarse en la cama.
Pascual se plantó frente a ella. Formó un cuadrado con los pulgares e índices y la miró a través de el, con un solo ojo.
Ella le preguntó:
-¿Cómo entró a mi casa?
-Ya lo tengo, paráte a un lado de la puerta - le ordenó sin hacer caso de su pregunta.
Ella se resistió:
-No me moveré de aquí hasta que me explique que chingados esta sucediendo.
Las mejillas de Pascual se encendieron de coraje.
-Mirá muchacha, no me provoques porque... porque...
-¿porque qué?
-Porque voy a usar esto con vos- la amenazó, blandiendo en el aire un práctico llavero-cortaúñas.
Ita retrocedió, temerosa. Comenzó a gimotear de nuevo.
Pascual respiró profundamente, y guardó su llavero:
-Está bien, te voy a explicar, pero si no me crees, es tu problema...- expiró una bocanada de humo y pregunto:
-Tu marido salió a jugar cartas con sus amigos y no te llevo, ¿Verdad?
Ella asintió, temblando.
-Vos estabas asustada por los asesinatos que ha habido en la colonia. Has leído todos los reportajes acerca de “El Cíclope de La Roma”... así le pusieron en la prensa a ese culero, ¿no? Bueno, bueno... el chiste es que mientras dormías, escuchaste un ruido en el jardín, Al asomarte por la ventana, viste a un hombre espiando entre los rosales. Prendiste la luz del patio para que se asustara, pero la que corrió presa del pánico fuiste vos al darte cuenta que el hombre se acercaba a la puerta lentamente.
-Era un tuerto.
Pascual se dio una palmada en la frente.
-¿Y vos crees que le pusieron Cíclope por tener los dos? ¡Mula!, si me volves a interrumpir no continúo.
Ita bajo la mirada.
-Bueno, todo esto es el guión de mi nueva película.
-¿Qué?
-Si, soy el guionista y directos de “El Cíclope de La Roma III”, última parte de la mejor saga de películas sangrientas independientes. Sólo que hubo un problema...
Ita no se atrevió a preguntar cual. Pascual respondió de todas formas.
-Me encontraba escribiendo en la computadora el final de la película, cuando me dio un infarto o no se que putas, pero me morí y no pude terminar el trabajo.
-Pero...
Pascual tiró el cigarro a la alfombra y lo aplastó con el pie.
-Si, ya sé. Parezco vivo... igual que vos.
-Pero, yo estoy viva.
El sujeto saco su billetera.
No exactamente, mirá- dijo, extendiéndole una fotografía en la cual Ita se reconoció.
-¡Soy yo!
-No, en realidad se trata de Felicia Yánez.
-¿Quién?
-Se llama María Guerra, pero Felicia es su nombre artístico. Será la actriz que te interprete en pantalla.
-Pero... no puede ser.
-¿Cómo no? si me dio el culo por el papel, Ja Ja Ja, rió Pascual.
Ita se puso en pie, encarando a Pascual.
-Está usted loco.
-¿Loco? ¡En el medio cinematográfico me consideran un genio!, un poco sangriento, pero un genio, al fin... ¿A quién mas se le ocurriría que Ita, la protagonista, sufriera migraña y tomara anticoagulantes todos los días para eso, y que su esposo, fuera un coleccionista de todo tipo de espadas, escopetas y armas? Todo está planeado, no te preocupes...
Poco a poco, el director se fue acercando a la puerta.
-Bien -dijo, poniendo una mano en el picaporte- ahora, cuando yo te abra, quiero que corras con todas tus fuerzas.
-Pero... -Ita se puso en pie, sin protestar demasiado.
-Estarás bien, sólo quiero terminar de escribir mi película para que mi espíritu pueda descansar en paz - esto último lo dijo con un dejo de falsa teatralidad.
-¿Quiere decir que estaré bien?
-Por supuesto. ¿Qué no te has dado cuenta, que como director, todo lo que digo es lo que sucede? El baboso del asesino está por encontrar otra arma, así que apresurate... Vamos, es más, te daré una prueba de mi buena voluntad: ¡Ya no te duele el tobillo!
Ita sonrió por primera vez en toda la noche. Cierto: su pie estaba como nuevo. Podía correr.
-¿Qué haré después?- preguntó, flexionando las piernas, como una atleta a punto de participar en las olimpiadas.
-Solo corré, Te vas a encontrar con Salvador, no te digo mas porque quemaría el final de la película, vos sabes, supersticiones.
Pascual abrió la puerta. La muchacha emprendió la carrera rumbo a las escaleras. Como la luz estaba apagada, tuvo que sujetarse del barandal para no caerse. Cinco segundos después, lanzó un aullido de dolor. Luego, se escuchó un disparo.
El director se acerco al pasillo y encendió la luz. Al pie de ellas se encontraba Ita, respirando con dificultad y junto a ella, el cuerpo del asesino, con el pecho sangrando. En la mano izquierda, e cuerpo del asesino sujetaba una escopeta. Ita también sangraba copiosamente por las plantas de los pies.
El piso estaba tapizado de rosas recién cortadas, con sus espinas largas apuntando para todos lados.
-¿Qué...?-gimió la muchacha.
Pascual le puso un dedo sobre la boca:
-No te esforcés.
Encuadró todo entre los dedos, satisfecho. Le quitó la máscara de tuerto al asesino, para que Ita pudiera verlo. Quiso gritar el nombre de su marido al reconocerlo, pero no fue capaz. Solo lloró.
Pascual habló muy despacio, mientras encendía otro cigarro:
-Salvador tenía por costumbre violar y matar mujeres en la colonia Roma. Todos los jueves, cuando salía a jugar cartas, en realidad cazaba. Un día, decidió que sus crímenes debían concluir, así que vos, serías la siguiente y la última. Pero quiso asesinarte de una forma romántica. Esparció rosas con grandes espinas por todo el piso, para que te desangraras lentamente. Después se suicidó ante vos, para demostrarte su amor.
Ita miró a los ojos al extraño, que comenzó a desvanecerse en el aire:
-Con ustedes dos muertos, “El Cíclope de La Roma III” será la última película de la saga.
Suspiró aliviado:
-“No podría descansar si un estúpido estudiante de cine intentara dirigir la cuarta”- dijo antes de desaparecer.
lunes, 20 de abril de 2009
Segundos
Decía que llevo dos años guardando un segundo al día. Los apilaba todas las mañanas, justo antes del primer cigarro. Abría la caja, metía la mano con el segundo, y la cerraba. Olvidé comentar que tanto la pizca del segundo, como su posterior depósito deben hacerse a ciegas: mirarlos significaría reintegrarlos al tiempo y perderlos para siempre. No se debe, siquiera, verlos caer tras el grito. Eso lo supe desde casi el principio: al guardar el segundo segundo, me detuve a echarle una ojeada al primero (que era en realidad el cuarto atrapado, pero el primero en ser localizado en la alfombra) y desapareció. Cometí entonces la impericia de voltear a ver si todavía tenía el segundo segundo entre los dedos y también se esfumó. Así que, al quinto día de tratar de ahorrar tiempo, estaba como al principio: con nada. Pasé varías noches insomne recapacitando sobre mi técnica. Y decidí que, durante el frito, debía guardarse la suspensión de la mirada como si fuera un asunto de vida o muerte y, después, hurgar la alfombra con los ojos cerrados y, de igual manera, caminar de regreso al cuarto, abrir la puerta del closet, tantalear en busca de la caja, abrirla y posar el segundo en el fondo. Excuso decirles la cantidad de moretones en las rodillas y golpes entre los dedos del pie, me ha reportado la técnica del ciego, pero no me arrepiento. Con cada nuevo día, digo, la caja aumenta de tamaño.
Hoy, tras dos años de esfuerzos, a una hora de la mañana cuya naturaleza no es habitualmente productiva, he logrado ahorrar casi doce minutos. La caja es doce veces más grande que al principio. Ustedes podrán argumentar que es muy poco para tantas angustias. No lo es. Yo fumo casi una cajetilla diaria desde los 16, y sin caer en alarmismos, supongamos que cada cigarro en el cenicero representa un segundo menos de vida. Eso quiere decir que he perdido día y medio! Si sigo acopiando con el ritmo que me he autoimpuesto, pienso que en 10 años más, habré recuperado el día y medio perdido desde hace 5. Ustedes, suspicaces, dirán que, ya para entonces habré perdido otro día y medio a base de jalones hasta el filtro, y tendrán razón. Pero seguiré ahorrando. Es mejor ganar un día y medio que perder cinco días completos, estarán ustedes de acuerdo (asientan con sus cabecitas).
Cuidados Intensivos
Vuelvo a la cama. Se ha enfriado. No encuentro acomodo rápido. La colcha de arriba me hace cosquillas en una oreja. Me rasco desesperado. Tengo una flema. La combato y nada mas cerrar los ojos viene a mi mente la idea de llamas en el estudio. No apagué bien el último cigarrillo y éste ha prendido los alteros de papeles que se acumulan sobre el escritorio como dunas entre los libros. Se incendia todo y yo, dormido, muero asfixiado por el dióxido de carbono en los pulmones. FUMADOR DESCUIDADO MUERE MIENTRAS DORMÍA, dirá el titular de Nuestro Diario. Así que logro dejar el sitio caliente y voy al estudio. Está oscuro, como siempre. Palpo los cigarros con los dedos. Están apagados. Huelo mis dedos cenizos. Paso al baño a lavarme las manos y, producto de mi educación conductista, hecho una meada.
Vuelvo a la cama. Doy vueltas. Tantas, que el calzoncillo se me tuerce: tengo el botón de enfrente en las costillas. Lo arreglo, me lo quito. Pierna doblada y lado derecho. Quizás me duermo unos segundos. Algo me despierta. Es la idea de que no he revisado las cerraduras de la puerta ni los cigarros del estudio, sino que he soñado que lo hice. Hay delincuentes en la sala mientras es incendian mis libros. Me levanto angustiado. Camino por la casa en tinieblas y, tras revisar las puertas y los ceniceros, me pellizco. Es real. Estoy parado frente a la taza del baño con las manos mojadas. Voy de regreso al cuarto. Mientras busco las sábanas a ciegas surge un nuevo presagio: Estallan los contactos de la luz. Se trata de una variación en el voltaje y sale humo de los enchufes. Los siguientes minutos observo el comportamiento de los enchufes. La vida de estos agujeros es aburrida. Bostezo y vuelvo a la cama.
La llave del lavamanos esta goteando, allá en el baño, a diez kilómetros de mi almohada. No puedo dejarlo así. Me levanto y la cierro. Regreso con los pies helados de caminar sin chancletas. Tengo ganas de orinar de nuevo. No puede ser. Debo aguantarme hasta mañana. Mañana voy, lo juro. DORMIDO LE EXPLOTAN LOS RIÑONES, va a decir en Nuestro Diario. Resulta una cantidad ridicula. Vuelvo. Las cobijas están hechas un zarzal. Desde dentro trato de arreglarlas y termino como embalsamado, en un sarcófago. Tardo un rato más en liberarme. Meto el hombro debajo de la almohada. Sale un suspiro de mi garganta. Dormiré como un leño.
No puedo responder. Tengo un tubo en la boca. La miro. Está haciendo algo en la botella que cuelga de un perchero cuya sonda va a dar directamente a la vena de mi brazo. –Ahora vuelvo- dice, agitando el culo hecho bolas debajo de su uniforme blanco.
Carnicero
"Yo no he matado a nadie.
No he ordenado que maten a nadie.
Esas criaturas que van por ustedes
con sus cuchillos, son sus hijos.
Yo no les enseñé. Ustedes lo hicieron."
Charles Manson
-Viste cerote! así es como se hace! Le gritaban Juan el cojo y Manuel a Lucas mientras contemplaban la sangre que escurría de un gato partido a la mitad. -Mi huevo, este cerote no lo va a hacer- le decía Juan a Manuel, reproduciendo, machete en mano, el tajo que había dado al gato momentos antes.
Después de mucha teoría, Lucas trataba de dar sus primeros pasos como matón; el cojo y Manuel eran sus maestros –quiero ser como ustedes, así de cabrón para cortar carne- les dijo un día al par de carniceros que tenían tan buena fama para menear el cuchillo.
-solo es cosa de acostumbrarse a los berridos que pegan los malditos, hasta que llega el día que ya no te molestan para nada –decía el cojo mientras miraba la punta del machete. –si cerote, así de simple, y no es porque seamos mulas, para pisarlos de un solo talegazo, si hasta las vacas mas grandes te las hechas así. Solo es cosa de saber donde darles, simplemente es que te acostumbres a verlos sufrir… a que te miren –interrumpió Manuel- con sus estúpidos ojos de compasión los muy mierdas.
Lucas los miraba con una mezcla de asco y fascinación, no perdía ni una sola de sus palabras, ni uno solo de sus movimientos. -Tenés que pones más atención en lo que hacer pizado –decía en voz baja el cojo- si cerote-interrumpió como siempre Manuel – si la cagaste, dejaste ir al chucho y los gatos que teníamos para cuando la carne subiera.
-te tiene que dejar de temblar la mano. Dijo el cojo.
-tenés que agarrar bien el machete. Siguió Manuel.
Mientras decían esto, el pastor alemán que se les había dado a la fuga, regresaba, atraído por el olor de la sangre, al terreno baldío, donde tres siluetas humanas, una con machete, se movían en la oscuridad.
-Puta! Mirá! Gritó Manuel al ver al perro.
-va cerote, ahí esta tu segunda oportunidad, no la desperdicies Lucas, tomá, agarra el machete, y no lo olvides, que no te tiemble la mano, agarrá bien el machete.
-Ven perrito, perrito- murmuraban los carniceros mientras caminaban con paso lento hacia el perro que comía las tripas regadas del gato partido por la mitad…
Después de carnear al perro y embolsarlo, Manuel propuso un brindis, y sacó un tambito de cusha de su morral. –Esta va por Lucas! Dijo antes de dar un profundo trago a la bebida. –A pesar de todo aprendes rápido cerote, no pegó ni un chillido, nomás levantaste la mano y ZAZ!, se acabo- decía el cojo a la par que arrebataba el tambito de manos de Manuel – ahora solo practica un poco mas y te vas a volver un maestro, tan cabrón como nosotros, jajajaja. Reían los carniceros, pero Lucas ya no los escuchaba; se dedicaba a observar fijamente el filo del machete, todavía cubierto de sangre, el líquido espeso resbalaba hasta empapar su mano. Creía haber tenido buenos maestros, ahora sólo la práctica lo haría mejor, pero. Cuando comenzar?, y porque no ahora?, se dijo mientras observaba con asco al dúo, que cada vez se iba sumiendo más en la embriaguez, así que miró el machete y agarró con fuerza, sin que le temblara la mano.
-Puta! Que hiciste cerote!! Ala verga!- gritaba el cojo, casi enloquecido, cuando miró la cabeza de Manuel separada de su cuerpo.
-Creo que ya aprendí, Viste? Ni un solo bramido. Pero ahora quiero ver si es cierto lo que me dijiste, que te termias acostumbrando a oírlos sufrir –decía Lucas acercándose al cojo- ya sabes, la práctica hace al maestro. Mirá, agarras el machete, así, y recordá, que no te tíemble la mano- decía Lucas con una sonrisa en la boca, mientras caminaba con paso lento hacía el cojo, que se resbalaba en su huída, con las tripas del gato partido a la mitad…
sábado, 31 de enero de 2009
Anoche
más solo me engañé, para mi ya es tarde.
Anoche soné que tenía alas,
que viajaba sin prejuicios, que en mi no había nada.
Anoche soñé que ya nada importaba,
que mi vida era vacía, que mi vida era vana.
Anoche soñé un farol encendido,
el farol eras vos, no me dejes en olvido.
Anoche soñé que estabas conmigo,
que la vida se moría, que la soledad se había ido.
Anoche soñé con tu suave mirada,
y en tus ojos pude ver un calida alborada.
Anoche soñé que hasta te besaba,
y algo en mi se movía, de felicidad rebalsaba.
Anoché soñé que me despertaba,
y que al despertar, el sueño continuaba.
Pero entonces sucedió,
al final; me desperté,
entonces vi la realidad
y sin casi sin aliento... lloré.