domingo, 30 de octubre de 2011

Melancolia

Siento melancolía por Hamburgo, por Cádiz y Madrid,
Melancolía por la melancolía que allí sentí...

Te extraño ahora, te extrañe entonces y, ahora que hay alguien mas, no se por qué, pero aun te extraño...

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Masculino

Soy un hombre.

Eyaculo sentimientos con la esperanza de encontrar a la inspiración ovulando.
Para que después de meses de cuidados llegue el momento del parto.
Sudor, dolor, gemidos, sangre, desgarres de piel; y un crío.
Una canción, un verso un texto, tal ves, algo simple como esto.

Pero soy un hombre, ¿cómo podría yo entenderlo?

Grito, corro, giro, lloro, salto, ¿amo?
...y la ira.
Caigo, sangro, sufro, lloro de nuevo, ¿triunfo?
...y la ira.

El enojo es mi pan de cada día.
...y la ira.
La intolerancia me carcome cada día.
...y la ira.
Ya no amo a nadie como lo hice un día.
...y la ira.

¿Quién se atreve a preguntar sobre que son mis canciones?
¿Quién quisiera trasgredir los límites de mis libros?
¿Quien, siquiera, podría no dejarme sin razón?

sábado, 17 de septiembre de 2011


Lo difícil de la nostalgia es que no entiende de horas, lugares, fechas ni compañías; solo viene y reclama lo que ya no es, lo que tal ves fue y, que ahora, no tiene ningún sentido ubicar en los fiordos insondables de la memoria, porque o tu mente lo idealizó volviéndolo imposible, o lo tiranizó, volviéndolo aborrecible. Te extraño aquí, te extrañaré allá, pero nunca te extrañaré tanto, como cuando al fin, vuelva a estar a tu lado.

Repito hacia mis adentros: "no importa", "no vale la pena", "ya pasará"; y tengo razón. Pero, cuanto mas te trato de olvidar, mas pareces reportar memorias agradables que no tiene piedad al apuñalar al animal herido del querer, al hombre ebrio que grita amores, al gitano alegre que canta aventuras y al pensador infalible que no hace mas que lamentar su condición de conciencia donde nada es oculto.

¿Qué sentirán los humanos mortales inferiores sin capacidad ni deseo de superioridad al estrujarseles las entrañas por una mujer ingrata? -preguntó orgulloso el hiperbóreo astral que residía dentro de él. ¿Qué sentirá ella que parece tan infalible, como todo aquel que juega? -preguntó el ingenuo, confianzudo y social humano que parecía no poder ser dominado ni por la mente, ni por el corazón latiendo.

Nostalgia, ese será tu nombre de ideal. Nostalgia.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Este clima, esta gente, los ríos, esta ciudad reclaman nostalgia;
y, mi nostalgia, no hace mas que gritar tu nombre...



Hamburgo, 9/11

miércoles, 3 de agosto de 2011

Debo declarar que...

Debo declarar que una vez confié en un amigo.
Debo declarar que una día me sentí total y verdaderamente perdido en tu mirada.
Debo declarar que lamento el no haberte comprendido.
Debo declarar que sin vos no soy el mismo.

Debo declarar que me siento traicionado.
Debo declarar que me encolerizo cuando, al verte, no respondes.
Debo declarar que me mi ausencia la cobraste con olvido.
Debo declarar que hace mucho que no escribo.

Debo declarar que lo que sentí al ayudarte esta perdido.
Debo declarar que te hablaré solo una vez mas.
Debo declarar que voy a escribirte 27 notas más.
Debo declarar que mi novia me dejó por un amigo.

lunes, 21 de febrero de 2011

Morbonia

Abedules blancos en el cielo y lluvia en la sangre... Cantos órficos y una doncella huyendo de la nada. Los magos cautivos en la luna silbando una canción de plata y hielo, y la respiración se congelaba al esucharla, la vida se apartaba. Lo que sufro desea vida, desea existir en ti, en el abismo de tus ojos negros.

Despertó crudo entre los helechos, aún embotado entre aquellas sábanas verdes, ásperas. Un par de eructos largos. Tres cortos. Los surcos en el follaje de los árboles habían creado rayas en sus ojos. El sol era un pedernal que chasqueaba alfileres de luz para traspasar su mirada. Y abajo, plantas. Olores a vegetación podrida, a flora fresca. Aromas y miasmas mezclados. Una botella vacía entre los helechos. Cadáver tan exquisito como el peor de los cadáveres.
Pisar la hierba de los bosques sagrados con sus pies de humano. De hombre a punto de caer por el dolor de cabeza, por la crisis existencial y la intoxicación de vino negro. Vino de las profundidades, líquido destilado por los nibelungos. Un elixir que mata, que es tan absurdo como el dolor, porque existe. Y como el amor, porque destruye.

-Que chingados haces aquí?-, gritó con sorpresa y enojo la ninfa madre al verlo. -Estas profanando El Claro del Mundo!

El no contestó. Ella amenazaba con sus brazos largos como la sal, sudorosos como el oceano. Y repitió su última exclamación, con mas énfasis, con mas movimiento de sus extremidades, con mayor sonido para hacer que el bosque sagrado sangrara de sonidos.
El no tenía nada que decir, quizás una explicación absurda: La vida y el amor nos ha fallado a los dos, ninfa madre.

La vista se tornó confusa. Un viento opaco dentro de los ojos. Aire pesado sustituyendo al cerebro. Mente en gris, jamás en blanco. Volvió a caer y sintió, como un último vestigio de mala conciencia, las sábanas del lecho de Sophia, el borde de la cama, el breve y exorbitante despeñadero que lo llevó a la alfombra, a los restos de un festín: envolturas, latas vacías, carne, botellas de cerveza negra. Pedazos de madera, y cuerdas de naylon y acero. Los restos también de su guitarra, de la extensión de su alma.

Ya no sintió cómo movían su cuerpo hacia otro sitio, hacia otra dimensión, talves. O simplemente hacia el baúl de algún carro, para llevarlo al Desierto de los Leones, a su arcano, al bosque olvidado, y tirar su cuerpo ahí, dejarlo para simpre entre el pasto seco y los pinos y cipreses. Para siempre, hasta que su mente volviera a encontrarlo.

Aquí hay un secreto mas extenso que todo lo que pueda decir el silencio, pensó el unicornio al ver toda la tierra regresando al mar, y la hierba bajo sus rodillas, rodeando su pecho, apunto de atravesar la epidermis de us cara. Abrió los ojos. Las patasde un equino. Y el equino era un unicornio, y el unicornio era un centauro, y el centauro era un policia en bicicleta. Pero no pidió ayuda. La boca demasiado seca, pesada. Las ideas demasiado livianas, evaporandose.

Aquí abajo no se escucha cuando aúllan los lobos. Aquí abajo la piel es como un alma acariciada constantemente por las olas invisibles. Hay azul por todos lados. Una inmensidad tan profunda como la mirada de esos ojos, tus ojos. Es un abismo que brilla con su propia luz, es un despeñadero para el deseo que se pierde entre los arrecifes sumergidos, las estrellas oscuras, los animales submarinos de la tristeza. Aquí abajo todo es azul. Aqui no hay mas que una prisión infinita, y todo para no sentir, para negarse a sentir que lo movían de nuevo.Hacia adonde esta vez? Mas allá del recuerdo. Justo sobre la superficie del vacío. Y si, y recordarse a sí, y así. Por que ser mago? para qué tanta maldita ropa sobre las palabras? Oropeles manchados con el estertor del vino final, del último trago púrpura del deseo. -Soy un pendejo!- con voz ronca se recriminaba mil veces. Alcoholes oscuros, elíxires de las profundidaes. Y nada. Sólo la terrible resaca. El enfrentamiento con la ninfa madre. Perdido en el bosque como un cerdo salvaje que ha olvidado el camino a las madrigueras subterraneas. Y veía su cueva: -Soy un pendejo!

Porque ahí, en ese albergue tan extraño, tan hospitalario y singular, había ocurrido la catastrofe después de la catastrofe de su vida, una vez más. Llevado por el deseo, por la calentura, por ser un pobre estupido pito fácil y nalgapronta, ahi había llevado a una elfa, una vampira, un híbrido de luna y nubes de tormenta. Alta como el verano, hirsuta como el otoño, roja como la brisa del invierno y tierna como los pechos de la primavera.

-Estas tratando de pijearme?- le preguntaba, como en broma, mientras ella iba y venía, y se quedaba quieta un momento, ahí, observando los carteles que la infanta doña Urraca le regalara hace eones. Un camino lleno de senderos que se bifurcan. Una babel formada por los libros de todas las bibliotecas que encontraba, una mujer oculta en el espejo tras la esquina rosada de los sueños. Y el último: un unicornio con un poema de unicornios que él había escrito hacía solo veinte eones con el cuerno y la sangre de un unicornio que moria en sus brazos después de escapar de los cazadores, los hijos de puta enviados por el conde Barnatán, tan severamente enfermo de codicia que se había atrevido a transgredir los límites de Morbonia para continuar con la caza de ese unicornio único, y matarlo frente a el. Matarlo, matarme a mi con su muerte. Intentas matarme de espera, deseo, misterios insondables sobre la maravillosa aventura que no vivimos, no porque no pudimos, sino porque no quisiste?

-Son bonitos, y talves valiosos- había dicho la elfa, ingorandolo a el, señalando con el dedo lujurioso hacía las copas de oro, libros antiguos, cadenas y demás parafernalia, y esparciendo también un perfume de mil almizcles encrespados y sutiles que mas que emanar de ella, la rodeaban como un velo incoloro, como un vello translúcido de olores. -Lo bueno es que vives lejos de todo. No hay ladrones por aqui cercas. Y sonrió. Y el registro la palabra "cercas" en su mente, para luego analizar esa deformación. Porque la mirada morena de ella y sus dientes de hielo amarillo mandabanun mensaje de apetitos, egoísmos, intereses quizás, preconcebidos, fascinaciones y falacias de plata.

Prendió un cigarrillo y exhaló el humo gris con su aliento de mujer imposible. Luego lo apago, casi sin consumirlo, dentro de una copa de perfecto titanio plástico.
El solo la veía. No deseaba levantarse del asiento, pues, a pesar de la holgura de la túnica, la violenta y firme reacción de su cuerpo lo delataría. Es el olor, el calor, la belleza, el vino negro, sus dientes como garras de petalos de flor, se decía: -Y que esperas?
-Que espero que no te tengo?- respondió ella, y se deshizo de la blusa. Un brassier negro acariciaba, mas que apresar, sus senos. No eran redondos como mundos perfectos. Eran sólo y mas que carne que se transmuta en frutos de un universo desconocido, creaciones indecibles que pendían como racimos únicos de mas allá de la galaxia, y que pedían ser alimento para el deseo de alguien, por ejemplo, de él.
-No, que esperas de mi?- casi no pudo pronunciar la pregunta.
-Nada y todo.
-Tanto?
-Yes. oui, da, ja, si...
Y se acercó a el. Lo acarició, le dió mas vino. Ella no bebió, pero se veía como una encarnación de la diosa cuando el negro brassier voló como las alas de Psique para deajr fuera del mundo y sólo ante la vista de él los pechos mas desnudos de inocencia y mas ocultos en todos los enigmas de eros que él jamás hubiese percibido. Y ella, ninfa sin alas, derramó lentamente vino sobre sus senos, y él, semidios sin poderes pero a punto de tocar la inmortalidad por un microsegundo eterno, bebió la carne morena y consumió hasta la última gota del vino vedado.

Y se perdió. Peor que nunca y mejor que siempre, si no hubiese sido por el robo. Solo borrones de memoria, por supuesto. Nada mas que sensaciones que venían como recuerdos carnales, orgánicos, casi prosáicos en su anatómica precisión y extendidos en la inexactitud de una poética de lo obsceno. Todo salpicado de recuerdos. El saqueo de su guarida, su hogar, su refugio absoluto. La violación de su confianza básica. Y la memoria carnal de nuevo como la niebla de sensaciones.
-Por todos los malditos avernos!- rezongó, pero se dijo resignado: -Como dijo la ninfa madre hace mil años: "Creo que he hecho muchas putas, pero no tantas mujeres!"- y lloró por primera vez en un siglo diez veces tres mil siglos.

Apagó el cigarro y declaró, mas para un mundo sordo a sus palabras que para si: -No vulevo a coger con una pizada que en lugar de decir cerca diga cercas!- luego abrió otra botella de vino negro y bebió

Nunca debes huír de algo inmortal, atraeras su atención. Nunca huyas, camina despacio y finge que estás pensando en otra cosa, recuerda un poema, canta una canción. Atraviesa un recuerdo, -dijo el unicornio, y Sophia miró desde la profundidad púrpura de una distancia tan irreal como el oceano y las rocas de oro de la luna. Era acaso el recuerdo de una vieja leyenda lo que venía a su mente? Eran palabras nuevas? Magos y hechiceras cantando en su memoria ancestral? Ya debe estar cercas de aqui, se dijo, ya debe estar siguiendome en busca de un lápiz para que escriba su leyenda.

-Dios! Qué hago aquí? estoy en un extraño sitio, este agujero, esta gruta sin nombre, este aguacero de agujas ácidas, esta concavidad con vida! Quiero volver a soñar con hadas y unicornios y no me dejan escapar!
-Sueñan los androides con unicornios virtuales? sueñan las hadas con nubes púrpuras y verdes? sueñan con algo acaso los guerreros y los magos? - dijo Sophia, y soñó para olvidar...
-Y si las rocas de estos fiordos insondables hablaran, dirían tu nombre Sophia!- dijo el mago, pero ella no escucho, pues miraba hacía el inmenso cielo del mar, donde estaba lo nuevo, que había llamado su atención.
-Y si la carne es hierba y el pensamiento solo viento? y, si el espíritu es espíritu que se deshace en los dedos del tiempo? pensó Sophia, mientras huía de los orcos azules del recuerdo, para estar con esto nuevo.

Tan hondo el espíritu de la carne y tan despierto lo que el despertar llama dormido. No importa, así hablan las leyendas cuando mencionan los secretos inciertos de tu nombre. Y si las nubes cantaran, y si nos fuese posible tocar la piel secreta de las leyendas, Sophia, preciosa, dirían esta madrugada tu nombre...

Cierro los ojos y los despierto solo por la esperanza de mirar tus ojos. Pero sólo las olas de ese mar deshabitado lo veían sin escuchar su voz de cielo oculto, y ella sonrió tristemente...

lunes, 1 de marzo de 2010

Polvo de Hada

Inesperadamente, en un momento me ví rodeado de hadas de colores. Con maravillosa sorpesa las contemplaba volando a mi alrededor esparciendo sobre mi un tintineante polvo de color azucena. Vestidas de luz solar. cubiertos sus pequeñitos cuerpos, a penas más grandes que mis manos, de diminutas estrellas plateadas que les dan magia y fantasía. Pares de hermosos ojos rasgados, intensos como esmeraldas con destellos de azul profundo, me observaban traviesos. Sus dvertidas miradas hacían juego con las sonrisas de intantil picardía que se formaban en sus labios, mostrándome unos diminutos dientes que se me figuraron como de juguete.

Volaban tantas alrededor mío que me sentía rodeado de encanto, se me acercaban como tiernas mariposas a las flores en primavera. Cada hada es única, delicada e igual de encantadora que la enterior. Sus caritas azucaradas, como las había soñado en el más dulce de mis sueños, me tenían cautivado.

Tanta era mi fascinación al contemplarlas que no me percaté del momento en que quedé atrapado. Ahora me doy cuenta de que sus pequeños dientes no son de juguete, por la manera como están royendo mi piel, y como sus dulces caritas de sueño devoran cada pedazo de carne que cubre mi cuerpo. Más que nada, deseo que sus tiernos cuerpo fueran de un tamaño mayor al de mi mano, para qeu de una buena vez terminen conmigo y con este agudo dolor que no acaba de matarme. Antipoesía.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Gotas de Piel

Capitulo I. Desesperación.

Despertó temprano, con la ansiedad en el paladar y en las pesadillas. Parecía como si el aliento a metal fuera producto de la desesperación nocturna.

Abrió los ojos lentamente, arrullando la esperanza. Despacio se sentó en la cama, se estirlo y dirigió su mano derecha a su ombligo. Dudó en hacerlo. Su mano descendió del ombligo y palpó su vello; empalmó su vulva y con el dedo índice rozó sus labios mayores. Hurgó en su cavidad y no encontró el fluído que esperaba. Sólo sudor, únicamente sudor.

-Dios mío- dijo. el eco de los días anteriores vibró medroso, con fe en la boca de Laura. Nunca antes había recurrido tanto a Dios como en esos días.

Tres semanas de retraso y cuatro de haber tenido relaciones con su novio Raúl, era lo que despertaba a Laura con miedo.

Se incorporó, se metió al baño y en el espejo observó su vientre, sus párpados, su desnudez. el cristal la llevó a la melancolía, a la añoranza de rectificar el tiempo.

Laura recordó ese día, las disposiciones previas. Todo. Dos meses planeando para que a la hora de la hora no se pusiera condón: "No los compré- le dijó Raúl- pero no importa, con el ovulo es suficiente"

-"Maldita Sea"- farfulló Laura con los dientes rechinando por la presión. Se quitó la memoria y se metió a bañar. Con el agua apedreandole el cuerpo se sintió protegida, relajada. como si las gotas fueran la saliva de Dios que la estaba lamiendo, y que con cada lenguetazo la redimía de si misma, de su vientre.

Se mojó unos cuantos minutos y, sin enjabonarse, ni nada, terminó su baño y cerró la llave del agua. Abrió la cortina y el aire la avasalló, el Diablo le sopló en el cuerpo para que no se olvidara que Laura jamás podría correr de Laura.

Entro a su cuarto envuelta en una sábana azul. Buzco una falda de lona y una blusa blanca, sin adornos, como la que se pondría para un funeral, su funeral. Se vistió rápido, ausente de su imagen. No le preocupaba su apariencia. Recogió su cabello enmarañado con un gancho negro y bajo a desayunar.

En la mesa había un plato con el recalentado del almuerzo del día anterior, un vaso con jugo de naranja y otro con leche. Tomó el jugo de naranja y se dirigió a la salida. Buscó con la mirada a su madre; pero supo que no estaba, había salido una hora antes hacía su trabajo.

-¡Hay, Mamá!-exclamó Laura. No distinguió si el suspiro fue de amor, agradecimiento o una disculpa. Tomó su mochila, verificó si llevaba una toalla y se dirigió al colegio; el único refugio donde podía sentir miedo colectivo con Raúl. Y no esa soledad pegajosa: el catalizador de la locura.

El colegio se encontraba a menos de diez minutos de su casa, distancia perfecta para irse caminando. Llegó cinco minutos después de las siete. La puerta estaba abierta y despoblada. Los guardias revisaban los carnés a los pocos alumnos que aún entraban. Laura sacó su identificación y entró.

El profesor de Matemáticas llegó, como siempre, puntual a su clase. Al entrar al salón encontró a un solitario Raúl acodado sobre la banca. Solo, sin el maestro, y solo, aún con él.


Capitulo II. Esperanza.

-Buenos días Raúl- dijo el docente con una sonrisa insultante para Raúl y su maltrecha moral.
-Buenos días profe- contesto Raúl sin ganas y sin verlo.
-Hace frío ¿no?- inquirió el matemático para hacer plática.
-Si-contesto lacónicamente Raúl.

Ante lo parco de las respuestas, el profesor optó por no desgastar su sonrisa y guardó silencio hasta que llegarón los demás alumnos.

Cuando el profesor consideró suficiente el número de prosélitos para su clase, comenzó. Sin piedad inició el ataque de algebra que no culminaría hasta dentro de hora y media.

Raúl observó a los asistentes, sólo faltaban algunos lugares por ocuparse, entre ellos el de Laura.

Tenía cinco minutos de haber comenzado la catedra cuanto llegó Laura. El salón se encontraba en absoluto silencio. Abrió con cuidado de no hacer ruido y se sento frente a Raúl, quien observó detalladamente todos sus movimientos hasta que se topó con sus ojos.

-¿No?- masculló Raúl cuando la languidez de la mirada le dió la respuesta que se había repetido las últimas dos semanas.
-No, no bajó... ¿Qué vamos a hacer?
-Lo que te dije, abortalo
-Pero...
-Mirá pues...
-Raúl y Laura, ¿se pueden callar?-interrumpió el profesor
Los dos asintieron
-Al rato hablamos.

La palabra aborto era dura, pero a los dos les resultaba benéfica, práctica y definitiva. Laura no sintió miedo cuando imaginó el método de expulsión.

-Resuelvan estos ejercicios-ordenó el maestro, y salió-un punto extra al que los tenga cuando regrese-gritó ya desde fuera del salón. Por supuesto, un punto extra en matemáticas es gloria, asi que nadie se relajó ni se distrajo, y continuó el mutismo.

Era un silencio pesado, espeso, de concentración. La puerta cerrada contribuía aislando los ruidos exteriores.

Raúl había resuelto dos de los diez ejercicios y se disponía a dilucidar el tercero cuando un ruido pequeño e intermitente, como de una gotera, lo interrumpió. Raúl busco el techo del aula y no encontró nada. Volvió a su cuaderno. Pero cuando bajó la mirada, sus ojos se encontraron con el ruido: una gota roja descendía lentamente del pupitre de Laura al suelo. Raúl aguzó la mirada y miró otra gota seguir el derrotero de la anterior.

"¡Le esta bajando!", pensó Raúl, y sonrió victorioso.

Laura estaba tan absorta que no se percato de nada, hasta que Raúl le señalo el piso con la vista. Desconcertada observó la parte de la silla que sus piernas abiertas dejaban ver. Se encontró con un diminuto hilo de sangre que se desplomaba desde su entrepierna. Metió su mano bajo la falda y lo constató. Volteó a ver a Raúl y le mostró sus dedos manchados.
Rápidamente Laura hurgó en su mochila, extrajo la toalla y salió corriendo hacía el baño.


Capitulo III. Gotas de Piel.

Raúl tardó unos minutos en reaccionar. Cuando despertó corrió tras Laura. En el pasillo las huellas de sangre le mostraron el camino. Al fondo del edificio vió a Laura internarse en el baño.
El pasillo se encontraba desierto cuando Laura entró. No tuvo la paciencia suficiente para llegar a uno de los cubículos, asi que se limitó a cerrar la puerta. Con la mano limpia se levantó la falda, bajó el calzón y colocó la toalla.

Raúl tocó la puerta.

-Soy yo- Raúl entró y cerró la puerta con seguro. Encontró a Laura hincada- ¿Qué pasó?, ¿Qué Es?- preguntó y se arrodillo frente a Laura.
-Me está bajando... yo creo-respondió con un dejo de duda- mirá- le pidió a Raúl, y se alzó la falda.

El fluído había invadido la toalla que fungía como barrera. Era tan copioso el sangrado que el lienzo que Laura colocó, se había mimetizado con el color del líquido. El torrente se desbordó. A pesar del obstáculo, la gotera volvió. Regresó lenta, precisa. Fluída como si el corazón de Laura latiera en su sexo y cada sístole fuerá una gota y cada diástole un espacio.

Las gotas formaron un pequeño charco en el azulejo. Laura recogió un poco del líquido del suelo y lo olfateó. El olor no la convenció. Volvió a olerlo.

-¿Qué?
-No se. Esto no es menstruación...-meditó Laura y dijo con el deseo implícito-... ¿y si estoy abortando?
-¿ah? ¿será? pero, ¿por qué? ¿qué hiciste? ¿tomaste algo?
-No, nada...-una contracción interrumpió la respuesta.

Laura se llevó las manos al vientre y apretó. Producto de la presión, la gotera tomó fuerza y se transmutó en un flujo parejo, sin intermitencias.

-Si, estoy abortando -aseveró Laura con la voz cortada por el dolor-fijate-dijó, y volvió a contraer su vientre.
-Si, tiene que ser eso-dijó Raúl. "Que bien, hasta que se va a acabar la preocupación", pensó.
-Ayudame para acabar pronto- pidió Laura y dió el ejemplo. Raúl se acercó más y con las dos manos aplastó el vientre de Laura, El flujo se hizo más poderoso.
-Aghhh- gimió Laura por el dolor; pero a pesar de ello, continuó.

Con el último grito, el torso de Laura se desvaneció, se vino abajo como si no tuviera huesos que la sostuvieran.

-Levantate-ordenó Raúl cuando el rostro de Laura cayo en sus antebrazos.
-No puedo- contestó, angustiada.
Raúl dejó de presionar e intentó erguir a Laura. Pero cuando la sujetó por los hombros, sus manos se hundieron en la flácida carne que parecía esponja. Raúl apretó más fuerte y la piel se le escurrió de las manos.

Inclinada, Laura se percato que el fluído se había tornado blanco.

-¡Son mis huesos, Raúl, son mis huesos!- berreó Laura desesperada.

La única respuesta de Raúl fué abrazar a Laura para perderse con ella, con cada gota de su piel. La asió con fuerza, con esas ansias que da el miedo. Raúl quería ser el recipiente donde la líquidez de Laura pudiera contenerse.

Las contracciones petrificaron los ojos de Laura, los hicieron de mármol, de sal. Una lágrima taladró en las rocas hasta que las desmoronó y las hizo correr por los cuerpos, por la cara. Lloró sus ojos.

Cuando Raúl vió las cuencas desiertas de Laura, tomó su ojo derecho y lo exprimió en las órbitas vacías. Quiso compartirse con Laura, dividirse y hacerse uno.

-Dios mío...-musitó la boca de Laura mientras escurría por el suelo.
Raúl intentó alcanzar los labios de su novia. Se arrastró por el azulejo, se fundió y se escurrió con Laura por la coladera.

-Raúl...Laura...Dios...¿Qué es esto?- gritaron las almas antes de disiparse en el aire.

Nadie respondió.

Una hora mas tarde, la encargada de la limpieza pudo abrir el baño. Se encontró con la resaca de un charco multicolor. Tomó el trapeador, jaló el agua y la hechó por el desagüe.

jueves, 8 de octubre de 2009

Todavía es Bueno Vivir

¿Por qué gritar, si podemos hablar?

¿Por qué derrumbar la ventana, si la puerta esta abierta?

¿Por qué odiar, si podemos amar?

¿Por qué acabar con la vida, si todavía es bueno vivir?

miércoles, 1 de julio de 2009

Mariana y El Dragón

Bajé de mi auto completamente ensangrentado y antes de sentarme en el asfalto, pensé que había desperdiciado la mitad de mi vida amando a Mariana.

Solo entonces pude llorar escandalosamente.

La radio aún sonaba, lúgubre, desde los restos del carro: "Wise men say: only fools rush in..."
Elvis verdugo.
Me habría roto dos costillas al menos, la cabeza me punzaba a causa de la infame cruda y diminutos fragmentos de cristal se habían encajado en mi rostro, provocando un insoportable escozor. Ningún cristal me había hecho mas daño que Mariana. Me consoló el hecho de no quedar paralítico. Pero me contraje sobre mi vientre en un apunzada. Vomité algunas flemas sanguinolentas, pero no el recuerdo de Mariana. El timón me había roto las tripas. Mi carro era una mierda motorizada, una orgía de fierros retorcidos que fornicaban groseramente en medio de fugas de aceite, liquido de frenos y anti congelante. Varios cables entonaban una rabiosa melodía compuesta de chispas y cortos circuitos. El  frente del carro había atrapado medio cuerpo del dragón. Abrazo Letal. Imagine que la bestia verde estaría muerta después de semejante impacto, al menos yo me había puesto el cinturón de seguridad. Al tiempo que me incorporaba nuevamente para verificar que alguna parte del motor pudiera salvarse -el seguro no pagaría semejante choque- me dió igual que el dragón aún respirara. Pero lo hacía. Sus fosas nasales se contraían a un ritmo desigual, llenando con sus vapores el ambiente de un olorfétido y picante.
La vida del monstruo palpitaba amenazante, igual que la imagen de Mariana en mi cabeza. Moví dos dedos, cosa que me hizo sentir que el alma se me resquebrajaba y separé los párpados de un ojo del dragón. Una pupila oval, amarilla, se clavó en todas y ninguna parte al mismo tiempo. Gruñó.
-¡Ese... ese fué!- gritó una voz, de las muchas que se habían encontrado alrededor del sitio donde yo había atropellado al dragón.

Me abandoné al dolor. Caí de bruces. Estuve a punto de fracturarme los huesos que aún estaban en una piza al dar de lleno contra el piso. Un policia se me acercó. Lo vi por encima de mi cabeza, a un costado del sol.
-Fué usted quién chocó contra el dragón?
-Le parece?- respondí lastimosamente. Antes de reírme caí en la disyuntiva de tragarme o no, de un bocado, el diente flojo que me acababa de zafar al caer. Suficientes desplantes de Mariana me había tragado ya. El guardian de la ley debió pensar que yo estaba delirando porque se dió la vuelta, compadecido. Pero sus palabras me tranquilizaron. 

-¡Pronto, parece que el animal esta vivo! ¡Retiren a los curiosos y traigan algo con que controlarlo en caso de que despierte! -gritó el oficial por el radio de su patrulla.

Take my hand, take my whole life too...

El dragón no era producto de mi delirium-tremens. No había confundido a un camión de materiales o a un punketo gigantesco con una bestia que yo creía mitológica. Había chocado con un dragón verde en el carril auxiliar del periferico. No había duda.
Me divirtió pensar que el alcohol que circulaba en mi sangre podría esterilizar mis heridas internas. ¡Todas menos las causadas por Mariana!
-¡Mami un Dragón! -gritó un niño.
Creí escuchar un helicóptero surcar el cielo. "A las tres de la mañana, ella podrá verme en el noticiero", pensé (murmuré). El dragón gruñó (respondió): "Olvidalo mano, yo voy a ser la noticia, no vos". No se en cual de los mas de cien idiomas que dominan los dragones me lo dijo, pero yo estaba tan crudo e instalado en el bajón de marihuana, que le entendí a la perfección. Alguien vestido de blanco se me puso enfrente. Con una lamparita me examinó los ojos, pero sólo una de mis pupilas fué herida por el diminuto haz de luz. Habia perdido un ojo en el impacto, y no lo había notado.

But I can't help...     (Elvis era la única medicina)

Fue entonces que los paramédicos retrocedieron, aterrados. Un dragón, esta vez de un color morado metálico, o como el cielo, cuando esta siendo poseído por el ocaso, descendió ágilmente en medio del periferico, cuyo tráfico se había paralizado de los dos lados. Tomo al verde por la cola y se lo hechó en la espalda.

-Fraktal, que estupideces andas haciendo. ¡Borracho! vergüenza te debería de dar, vi varios incendios cuando venía para aca, vomitaste varias veces, verdad?- le reclamó en español al dragón que había atropellado. Mientras el otro solo se quejaba en ningún idioma.
-No te preocupes, vas a estar bien. Te habras roto una costilla o dos, eso es todo. ¿No entendes que esa no es la forma de olvidarla? ¡Mariana ya no te quiere! tenes que hacerle huevos, tampoco es para que hagas tremendo vergueo!- le dijo su compañero antes de quitarle uno de los fierros de mi carro, que se le había alojado en la pata derecha. Los dos se perdieron en el cielo.

Me dió risa, pero no pude reirme. Pensé que de golpe, sin querer, me había salvado otra vez. Siempre que me emborrachaba y fumaba hierba, sentía incontrolables deseos de iniciar incendios. Esta noche varias quemazones traían mi firma. Y, ahora, gracias a que atropelle a un dragón ebrio que había bajado a vomitar a la tierra, cuando venía escapando a toda velocidad de la última de mis travesuras (culpa también, del despecho de Mariana), todo el mundo lo responsabilizaría a el de mis travesuras.

Comenzaron a subirme a la ambulancia.

Falling in lo/&%$##

Cuando creí que ya nada podía salir mal, el radio se descompuso.