martes, 26 de mayo de 2009

El Cíclope de La Roma

Las escaleras se antojaban infinitas. Las subía a toda velocidad pero al mismo tiempo intentaba no hacer ruido para no delatar su ubicación. Sabía que si lograba encerarse en su habitación, eso le brindaría unos instantes de seguridad. Unos instantes, nada mas. Llego al corredor que conducía a los cuartos, la luz de la luna se filtraba por el domo, iluminando la puerta de su cuarto. Sólo unos tres metros y la separaban de su habitación. Antes de dar un paso, prestó atención. El silencio la animó a continuar.
Ita contuvo la respiración. Llegaría hasta su habitación. En el momento en que alzó el pie, la sujetaron por el tobillo, haciéndola caer. Ita gritó y comenzó a lanzar patadas con la pierna que tenía libre. Uno de los golpes se impactó en una superficie blanda, que ella imaginó, sería la cara de su agresor. Un cuerpo rodó escaleras abajo.
Ita se arrastró hasta su cuarto, desesperada, invadida por el pánico. Cuando entró, se puso de pie y encendió la luz. Atrancó la puerta con una silla. Después, se acercó a la cama para sentarse y se examinó el tobillo. Lo tenía amoratado, pero respiró aliviada al descubrir que no había sangre.
Cojeando, se dirigió al mueble donde estaba el teléfono. No se escuchaba ese incesante todo de La que regularmente la molestaba, y que hoy, la hubiera aliviado. Maldijo a Salvador, estaría jugando cartas de lo mas tranquilo.
- Hay princesa... - le dijo al marcharse- son sólo inventos de los vecinos, no vas a creer esos...
-¡Cuentos, maldito! ¡Cueeeeentoos!- gritó Ita, enfurecida y asustada al mismo tiempo. Trató de contener el llanto y se puso a gimotear como una niña regañada.
La puerta del closet comenzó a agitarse, como si fuera golpeada desde el interior. Al fin, ésta cayó al suelo y encima, un hombre. Era un sujeto muy bajito, bastante gordo y con abundante bigote. Sus anteojos cayeron un poco mas adelante que él.
Ita se dirigió hacia la puerta y olvidándose del dolor en su tobillo, corrió hacia la entrada de la habitación. Intentó quitar la silla con que había atorado la puerta.
- ¡Quitáte de ahí, pendéja!- le ordenó el hombre, en cuatro patas, aún en la alfombra.
La hoja de un machete atravesó la puerta en el momento en que Ita se agachó, de no haberlo hecho, se habría clavado en su garganta.
- Rápido, vení para acá- le reclamó de nuevo el hombrecillo, al mismo tiempo que se apoyaba en sus rodillas para ponerse en pie.
El machete desapareció del otro lado de la puerta.
Ita se acercó lentamente al extraño personaje, que se inclinó para recoger sus lentes.
El machete comenzó a ser clavado con desesperación en la puerta, rajándola.
-¡Puta, hombre! ¡Andá a buscar otra mierda, imbécil! reclamó nuevamente el hombre. Luego examinó de pies a cabeza a la muchacha ya con sus lentes sobre la nariz.
-¿Quién es usted?- preguntó ella, secándose las lágrimas, perpleja.
El otro se adelantó, sacudió su diestra en el pantalón y se la ofreció:
- Pascual Mosqueda, Ita, para servirte.
Ela se quedó aun mas impresionada. El sujeto le apretaba la mano con una enorme sonrisa en el rostro.
-¿Me conoce...? 
El hombrecillo comenzó a caminar alrededor de ella, sin despegarle los ojos de las piernas. Incluso se levantó los lentes para enfocar mejor.
-¿Que si te conozco?...- y se echó a reír.
Ambos se sobresaltaron por el sonido de un motor que se encendía, la hoja de una sierra eléctrica empezó a destruir la ya débil puerta.
-¡puta, es rápido el cabrón! ¡pero ni mierda! ¡que se te chingue esa mierda!
El motor se apagó al instante, muerto La sierra desapareció por donde había entrado.
Ita no pudo evitar sentirse segura, Pascual estaba muy enojado, pero no daba muestras de pánico.
- Eso nos dará unos minutos, en lo que el hijo de puta encuentra algo mas con que seguir chingando- dijo Pascual
-¡Mierda, en la otra habitación, Salvador, mi esposo, guarda una escopeta! grito Ita, pálida.
Pascual Mosqueda sacó una cajetilla de cigarros de su bolsillo. Se puso uno en la boca:
- No te ahueves, no va a ir por ella- expresó, y después encendió el cigarro.
-¿Cómo lo sabe?
- Porque no te va a matar de un tiro, sería sencillo y no te haría sufrir, A él le gusta cortar carne, disfruta el sonido de los miembros cuando se parten - Pascual hablaba con una frialdad que hacía pensar a Ita que él también disfrutaba la idea- además, primero querrá violarte salvajemente. La muchacha sintió que se desmayaba. El hombre la sujetó por los hombros:
-No me vengas con mamadas, Ita.- le dijo apretando el cigarro entre los dientes, y la ayudó a sentarse en la cama.
Pascual se plantó frente a ella. Formó un cuadrado con los pulgares e índices y la miró a través de el, con un solo ojo.
Ella le preguntó:
-¿Cómo entró a mi casa?
-Ya lo tengo, paráte a un lado de la puerta - le ordenó sin hacer caso de su pregunta.
Ella se resistió:
-No me moveré de aquí hasta que me explique que chingados esta sucediendo.
Las mejillas de Pascual se encendieron de coraje.
-Mirá muchacha, no me provoques porque... porque...
-¿porque qué?
-Porque voy a usar esto con vos- la amenazó, blandiendo en el aire un práctico llavero-cortaúñas.
Ita retrocedió, temerosa. Comenzó a gimotear de nuevo.
Pascual respiró profundamente, y guardó su llavero:
-Está bien, te voy a explicar, pero si no me crees, es tu problema...- expiró una bocanada de humo y pregunto:
-Tu marido salió a jugar cartas con sus amigos y no te llevo, ¿Verdad?
Ella asintió, temblando.
-Vos estabas asustada por los asesinatos que ha habido en la colonia. Has leído todos los reportajes acerca de “El Cíclope de La Roma”... así le pusieron en la prensa a ese culero, ¿no? Bueno, bueno... el chiste es que mientras dormías, escuchaste un ruido en el jardín, Al asomarte por la ventana, viste a un hombre espiando entre los rosales. Prendiste la luz del patio para que se asustara, pero la que corrió presa del pánico fuiste vos al darte cuenta que el hombre se acercaba a la puerta lentamente.
-Era un tuerto.
Pascual se dio una palmada en la frente.
-¿Y vos crees que le pusieron Cíclope por tener los dos? ¡Mula!, si me volves a interrumpir no continúo.
Ita bajo la mirada.
-Bueno, todo esto es el guión de mi nueva película.
-¿Qué?
-Si, soy el guionista y directos de “El Cíclope de La Roma III”, última parte de la mejor saga de películas sangrientas independientes. Sólo que hubo un problema...
Ita no se atrevió a preguntar cual. Pascual respondió de todas formas.
-Me encontraba escribiendo en la computadora el final de la película, cuando me dio un infarto o no se que putas, pero me morí y no pude terminar el trabajo.
-Pero...
Pascual tiró el cigarro a la alfombra y lo aplastó con el pie.
-Si, ya sé. Parezco vivo... igual que vos.
-Pero, yo estoy viva.
El sujeto saco su billetera.
No exactamente, mirá- dijo, extendiéndole una fotografía en la cual Ita se reconoció.
-¡Soy yo!
-No, en realidad se trata de Felicia Yánez.
-¿Quién?
-Se llama María Guerra, pero Felicia es su nombre artístico. Será la actriz que te interprete en pantalla.
-Pero... no puede ser.
-¿Cómo no? si me dio el culo por el papel, Ja Ja Ja, rió Pascual.
Ita se puso en pie, encarando a Pascual.
-Está usted loco.
-¿Loco? ¡En el medio cinematográfico me consideran un genio!, un poco sangriento, pero un genio, al fin... ¿A quién mas se le ocurriría que Ita, la protagonista, sufriera migraña y tomara anticoagulantes todos los días para eso, y que su esposo, fuera un coleccionista de todo tipo de espadas, escopetas y armas? Todo está planeado, no te preocupes...
Poco a poco, el director se fue acercando a la puerta.
-Bien -dijo, poniendo una mano en el picaporte- ahora, cuando yo te abra, quiero que corras con todas tus fuerzas.
-Pero... -Ita se puso en pie, sin protestar demasiado.
-Estarás bien, sólo quiero terminar de escribir mi película para que mi espíritu pueda descansar en paz - esto último lo dijo con un dejo de falsa teatralidad.
-¿Quiere decir que estaré bien?
-Por supuesto. ¿Qué no te has dado cuenta, que como director, todo lo que digo es lo que sucede? El baboso del asesino está por encontrar otra arma, así que apresurate... Vamos, es más, te daré una prueba de mi buena voluntad: ¡Ya no te duele el tobillo!
Ita sonrió por primera vez en toda la noche. Cierto: su pie estaba como nuevo. Podía correr.
-¿Qué haré después?- preguntó, flexionando las piernas, como una atleta a punto de participar en las olimpiadas.
-Solo corré, Te vas a encontrar con Salvador, no te digo mas porque quemaría el final de la película, vos sabes, supersticiones.
Pascual abrió la puerta. La muchacha emprendió la carrera rumbo a las escaleras. Como la luz estaba apagada, tuvo que sujetarse del barandal para no caerse. Cinco segundos después, lanzó un aullido de dolor. Luego, se escuchó un disparo.
El director se acerco al pasillo y encendió la luz. Al pie de ellas se encontraba Ita, respirando con dificultad y junto a ella, el cuerpo del asesino, con el pecho sangrando. En la mano izquierda, e cuerpo del asesino sujetaba una escopeta. Ita también sangraba copiosamente por las plantas de los pies.
El piso estaba tapizado de rosas recién cortadas, con sus espinas largas apuntando para todos lados.
-¿Qué...?-gimió la muchacha.
Pascual le puso un dedo sobre la boca:
-No te esforcés.
Encuadró todo entre los dedos, satisfecho. Le quitó la máscara de tuerto al asesino, para que Ita pudiera verlo. Quiso gritar el nombre de su marido al reconocerlo, pero no fue capaz. Solo lloró.
Pascual habló muy despacio, mientras encendía otro cigarro:
-Salvador tenía por costumbre violar y matar mujeres en la colonia Roma. Todos los jueves, cuando salía a jugar cartas, en realidad cazaba. Un día, decidió que sus crímenes debían concluir, así que vos, serías la siguiente y la última. Pero quiso asesinarte de una forma romántica. Esparció rosas con grandes espinas por todo el piso, para que te desangraras lentamente. Después se suicidó ante vos, para demostrarte su amor.
Ita miró a los ojos al extraño, que comenzó a desvanecerse en el aire:
-Con ustedes dos muertos, “El Cíclope de La Roma III” será la última película de la saga.
Suspiró aliviado:
-“No podría descansar si un estúpido estudiante de cine intentara dirigir la cuarta”- dijo antes de desaparecer.